Al final mañana se ha convertido en unos cuantos días, como era de esperar...Además cuando empecé a escribir la entrada esta mañana, se quedó colgado el dichoso explorer y lo he perdido todo - arggggg
Percances y retrasos aparte, el experimento de tarta y los platitos con el brownie lo hice para la fiesta que hicieron el sábado pasado mis abuelos para celebrar sus 60 años de casados. 60 años de casados más que una tarta y una fiesta se merece un monumento, pero como hoy por hoy escultores no hay en la familia, Toribio y Emiliana se tuvieron que conformar con una pequeña fiesta con los más allegados (unos 50...).
¿Mi parte en todo esto? Pues aparte de ayudar a mi madre, era ser la cómplice de mi abuelo, aunque al final resultara un fraude. Todo empezó un domingo tranquilo de agosto a la hora de comer. Para entretenerles, este verano mis padres se llevaban a mis abuelos a comer con nosotras a un restaurante los sábados y los domingos. Más que nada para que tuvieran algo que contar a sus respectivas pandilla del parque o de las cartas el lunes. ¿El problema? Que nos sentaban a todos en una mesa redonda, que ni los caballeros del rey Arturo y el pobre Toribio que está más sordo que una tapia, no se enteraba casi nunca de nada.
Un día de estos le veo (al otro lado de la mesa redonda) guiñándome el ojo y haciéndome gestos de: tú yo yo hablamos luego... Porque es mi abuelo, que si no ¡habría pensado que estaba ligando conmigo!. Total que después de varios minutos de semejante cortejo, y de decirme que teníamos que hablar de un "asunto" nosotros dos, me lo llevé de paseo para que no se enterasen el resto de comensales (cosa difícil, teniendo en cuenta los ademanes del caballero, pero bueno).
Por aquellos entonces, mi madre, mujer previsora donde las haya, ya tenía planeada toda la fiesta, había avisado a los primos/as y demás, concertado el menú, etc etc y los tres estaban con el tema de la fiesta un día si y otro también. Toribio hasta estaba pensando en cuándo cortarse los cuatro pelillos blancos que le quedan para llegar el 8 de octubre con el look perfecto. Lo que no sabía es el encarguito que me iba a hacer...
Por eso cuando me dice que le haría mucha ilusión que, sin decirle nada a nadie, mi hermana o yo dijésemos "algunas palabras" en la fiesta, casi me da algo. ¡¡¡Toribio!!! ¡¡si me muero de la vergüenza ajena en cuanto oigo el chin chin en las películas!! ¿Cómo voy a hablar delante de 50 personas? A mi ya se me subían los colores y me veía o riendo o llorando... Tengo que reconocer que por si acaso me libraba (estratagema sucia donde las haya), le pregunté si de verdad le hacía ilusión lo del discurso, pero viendo la carita que me puso y
lo bueno que es, ¿cómo le iba a decir que no?
Así que llegué a casa y me dispuse a informar a la cómplice del encarguito. Mi hermana en cuanto me oyó lo vió claro: si soy cotorra para hablar hasta debajo del agua, soy cotorra para esto también. Yo como ya veía que tenía la batalla perdida, me resigné y acepté la derrota.
Pasaban las semanas, y yo pensaba en cosas que decir, pero ni escribía nada, ni practicaba nada y me faltaba tiempo para todo, pero Toribio se ve que no pensaba en otra cosa porque hasta me llamaba para preguntarme por "nuestro asunto". Yo ya no sabía dónde meterme. Le decía que tenía algo, pero que no lo había concretado todavía y que la semana siguiente lo tendría. Colgaba y me entraba el sentido de culpabilidad. Un día, hasta me mete en su cuarto con la abuela aporreando la puerta para enterarse de qué pasaba y me enseña unas cosas que había apuntado en la parte de atrás de una receta y yo sin nada preparado. Ya me sentía hasta mala persona.
Al final decidí medio improvisar y contar anécdotas de cuando éramos pequeñas, de cómo mi abuelo nos estuvo bajando a la parada de la ruta del cole (estaba a 10 metros de la puerta de casa) hasta los 16 años, de cómo mi abuela nos tenía preparada la cena a mis primos y a mi a las 5 de la tarde cuando subíamos del campamento en verano hambrientos perdidos. Y nada de lentejas, ella hacía perritos calientes, pizza, y lo que hiciera falta. De lo aburrido que debían tener los dos al pobre San José para que la niña aprobara Mecánica de Fluidos II (si, lo pongo con mayúsculas porque vaya esfuerzo tuvo que hacer el santo para que la aprobara...), o de la paliza que se pegó la abuela cosiendo cuando aparecimos un día en su casa con dos sábanas de Zara Home que habíamos comprado por 2 euros y la dijimos que entre la tres íbamos a hacer vestidos de diosas griegas, lo cual significaba que nosotras dirigíamos y la pobre mujer cose que te cose...
Pues eso, que yo tenía mi lista hecha con alguna cosa más, pero a medida que avanzaba la comida, me iba poniendo un poco más nerviosa, hasta que llegó la hora del café, me dieron una cosa para leer que ni había escrito yo, y antes de acabar ¡me decanté por llorar! Ya sabía yo que era o reirme o llorar... Conclusión: que ni conté anécdotas, ni dije lo que Toribio quería que dijese: un fraude. Sólo espero que la intención cuente y que gracias a toda la gente que vino, todo lo que prepararon y lo bien que se portaron con ellos, se lo pasaron pipa y tienen tema para pandilla de cartas, de parque, de soportales y del mercado!
La tarta resultó un cruce entre un intento de tarta a lo Maria Antoñeta y la torre de Pisa... La receta la encontré aquí, aunque reduje la cantidad de azúcar de la cobertura y metí frambuesas entre las capas y las puse para encima para que no quedase tan dulce la cosa.
Unas fotos preciosas!!! Um! Cojo un trocito de tarta, que ricura!
ResponderEliminarBesos Ana!
¿60 años casados? Qué bonito. Y qué detallazo has tenido con ellos, no se merecían menos.
ResponderEliminarSeguro que se quedaron :O cuando la vieron ¿verdad?
Tu tienes suerte de tenerlos contigo y ellos de tenerte a ti.
Besos.
Menos mal que mirar todavia no engorda...jajaja, llevo rato mirando la tarta y encima luego los bocaditos del post anterior...
ResponderEliminarUn beso
muy buen embolao ese en el que te metiste! 60 años de casados, oooohhhh!
ResponderEliminarque preciosidad de tarta, de historia y de blog, me quedo para seguirte!
Un beso grande,
Nieves.
http://igloocooking.blogspot.com
60 años de casados???? Dios!!!! Qué barbaridad!!! Qué suerte poder disfrutar de tus abuelos... cuídalos y disfruta mucho de ellos :). La tarta me parece una obra de arte.
ResponderEliminarQué bonito, 60 años casados! A mis abuelos maternos aún les falta 5 y los otros pobrecillos de poco no llegan a celebrar los 50 :-(
ResponderEliminarTe ha quedado una tarta preciosa, seguro que quedaron muy orgullosos de su nieta!
bessiss