jueves, 6 de enero de 2011

Como no podía ser de otra manera...

El 5 de enero toca hacer roscón de reyes. El año pasado fue la primera vez que lo hice, siguiendo la receta del maestro de los bollos y como no es muy difícil y no decepcionó, este año ha tocado repetir.




Como se salía de la blonda por todos los lados porque crece que da gusto, lo envolví en papel transparente a modo de caramelo y como en casa los reyes llegan el 7 de enero (en las rebajas la cosa cunde más), ésta fue mi aportación a la noche del 5, aunque no cabía ni en mis zapatos (lo digo porque aquí una servidora calza un 42....)

domingo, 2 de enero de 2011

La última tarta del año y propósitos de año nuevo

Ésta fue la última tarta que hice el año pasado. Casi se convierte en la primera del 2011 porque la acabé a las 8.30 o 9 de la tarde y en teoría era el postre que tenía que llevar a la cena de Nochevieja, lo cual me lleva al tema de los propósitos de año nuevo. Mi propósito este año es pasar de mi lema: "si lo puedes hacer mañana, para qué lo vas a hacer hoy" al más conocido cuyo significado es, más o menos, el contrario. Que conste que esto de los propósitos me parece una tontería, porque empiezas el año con muy buenas intenciones y para el 15 de enero se te han olvidado pero, en fin, como la intención es lo que cuenta, se intentará.




El problema es que sospecho que se va a quedar en propósito porque me da a mí que lo de hacer las cosas pronto o tarde depende de un cromosoma no descubierto por los científicos y por eso, irremediablemente, el mundo se divide entre los que tienen el cromosoma de la organización del tiempo y los que no lo tenemos. Me explico: a los que no tenemos ese cromosoma nos encierras en un cuarto con una mesa, una tarea, ningún entretenimiento y nos dicen que nos dan un día para hacerlo y nos podemos tirar 5 horas en babia hasta que cuando queda el tiempo justo pensamos: uy madre, como no empiece ya, no me va a dar tiempo.

Nuestra excusa para andar siempre con los agobios de última hora es que "yo trabajo mejor bajo presión", así que para qué voy a perder el tiempo trabajando sin presión a menor ritmo; para eso me tiro 5 horas haciendo cualquier otra cosa (la mayoría de las veces completamente inútil) y cuando me entre el agobio, ya verás como lo acabo antes que nadie. De hecho, estoy convencida de que hasta nos sentimos orgullosos de lo que conseguimos hacer en el último minuto y por eso al final pensamos: si es que yo tenía razón, para qué me voy a agobiar con antelación si al final me da tiempo a todo.

El problema es que si, por ejemplo, tienes que hacer una tarta para una hora y no te has leído la receta y la empiezas dos horas antes de la "hora de entrega", cuando empiezas a leerla y ves que el amigo cocinero no hace más que meter la masa en la nevera para enfriarla, te empiezan a entrar los siete males. Que si haces la masa y la metes en la nevera una hora, que si la colocas en el molde y la vuelves a meter en la nevera: pero a ver, buen hombre, ¿usted está promocionando neveras o haciendo una tarta? Así que te toca identificar los pasos imprescindibles y los superfluos. En general en pastelería hasta los pasos que parecen superfluos tienen su importancia, con lo cual, o tienes mucha suerte, o acabas cargándote la receta. Además lo más frustrante es que la mayoría del tiempo de la receta tú no estás haciendo nada: o está la tarta en la nevera o en el horno, pero son pasos que no te puedes saltar.




En el caso de esta tarta me pasó un poco eso, pero parece que sí que había un paso superfluo. En teoría había que hacer la masa, meterla en la nevera, sacarla y esperar hasta que volviese a temperatura ambiente y extenderla sobre el molde y volver a meterla en la nevera. Cuando, a las 6 de la tarde leí eso pensé: este David es un cachondo y me está vacilando de mala manera: ¿pretende que enfríe la masa para volver a calentarla? Lo de meterla en la nevera una vez colocada en el molde se suele hacer para que la masa no encoja demasiado en el horno, con lo cual sabía que ese paso no me lo podía saltar, pero de lo anterior decidí pasar. Si la tarta estaba buenísima sin tanto enfriar y calentar la masa, haciendo ese paso debe ser una experiencia religiosa pero una que, a esas horas, no me podía permitir.

Además a medida que iba leyendo la receta me iba arrepintiendo de haberla elegido porque David no hacía más que insistir en que la masa de la base es un infierno y la verdad es que me tiré unos 5 minutos hasta extenderla sobre el molde porque hay que hacerlo con las manos, no con el rodillo. Una vez en el horno hay que sacarla para volver a subir los bordes que, irremediablemente, se bajan e incluso decía que había que rellenar los huecos que pudieran surgir con masa sobrante. A mí bastante me había costado cubrir el dichoso molde con la masa como para encima acordarme de dejar algo de masa "por si acaso" (tampoco soy muy previsora). Vamos, que para las 7 de la tarde estaba planteándome qué podría hacer desde cero para llevar algo decente a la cena pero, al final, la masa no resultó tan rebelde y cuando eché el relleno milagrosamente no sobresalía por encima de los bordes de la base, así que empecé a pensar que igual no salía tan mal la cosa. Por cierto, casi se me olvida lo bien que me lo pasé rayando almendras con un cuchillo porque no tenía almendras laminadas, ni ningún utensilio para ello mientras la base se encogía en el horno.


Como al final acabé sacando la tarta del horno a las 8.45 de la tarde y no las tenía todas conmigo en cuanto a sacarla del molde, tuve que hacer la foto tal cual, y me la tuve que llevar caliente, así que puse un trapo entre el molde caliente y otro mayor frío para intentar no fundir el plástico de la bolsa, vamos que no creo que Mallorca me vaya a copiar el sistema de embalaje, pero fue efectivo.

El resultado después de tanta queja: me encantó y a mi abuelo le pareció la mejor tarta que había hecho. No sé si es cuestión de gustos o cuestión de los dos vasillos de sidra que a los 86 hacen bastante efecto, pero nos gustó a todos. Y al final no fue tan complicada como parece, lo que pasa es que aquí una servidora tiene la vena dramática y exageradora muy desarrollada. Quería haberla acompañado de un helado de vainilla, pero la heladera pasó a mejor vida y está en el servicio técnico y, con las prisas, se me olvidó hasta llevar helado que tenía en la nevera, pero tampoco creo que lo necesite. Y si un postre tan contundente como éste tiene éxito después de la cena de noche vieja, si encima se pilla con hambre....

Bueno, después del rollo característico, a lo importante: la receta en inglés con fotos de los distintos pasos y en español:

RECETA:  molde de diámetro de 23-26cm

Masa base:
140gr harina
1 cucharada de azúcar
115gr de mantequilla cortada en cubitos
1 cucharada de agua fría
media cucharadita de extracto de vainilla
un octavo de una cucharadita de extracto de almendras (como no tengo no lo eché)

1. Mezclar la harina y el azúcar y añadir la mantequilla cortada en trocitos.
2. Mezclar hasta que la mantequilla se haya integrado bien en la masa.
3. Añadir el agua y los extractos y mezclar hasta que la masa sea suave y homogénea.
4. Formar un disco con la masa, forrarlo con papel film y refrigerar.
5. Para colocar la masa en el molde, sacar previamente de la nevera para que alcance la temperatura ambiente y colocar sobre el molde utilizando los dedos.
6. Meter el molde con la masa de la base en la nevera hasta que se enfríe.
7. Precalentar el horno a 190ºC.
8. Hornear la tarta durante 20-30 minutos hasta que adquiera un tono dorado. Si los laterales se bajan durante la cocción, levantarlos presionando hacia arriba con una cucharilla.


Relleno:
250ml nata de montar (35% materia grasa)
200gr azúcar
un octavo de una cucharadita de sal
80gr almendras laminadas
un octavo de una cucharadita de extracto de almendra
2 cucharaditas de Grand Marnier o Amaretto (como no tenía, eché ron)

1. Calentar la nata, el azúcar y la sal en un cazo hasta que empiece a hervir.
2. Seguir calentando hasta que salga espuma.
3. Retirar del fuego y añadir las almendras, el extracto y el licor.
4. Rellenar la base cocida con el relleno, repartiendo de forma uniforme las almendras.
5. Tras 10 minutos comprobar que no se ha formado una costra sobre la superficie y si es así, romper con un golpecito con una cuchara.
6. Seguir comprobando que no se hayan formado costras cada 5-8 minutos.
7. Sacar del horno a los 30 minutos de cocción, cuando la tarta tenga un color dorado y uniforme y no queden zonas de color claro.
8. Enfriar y desmoldar.